Siempre me acuerdo: En un bar, un sitio de esos cerca a mi casa, una vez estuve con un amigo hablando mal de muchas cosas, personas, eventos y situaciones. A lo mejor de usted, pero no se fije. Nos bajabamos unas cervezas grandes y baratas escuchando música y agotando temas. No había gente. Las sillas eran cómodas pero el ambiente no se sentía. En la barra atendía una muchacha de gafas algo bonita, ya no recuerdo bien. Peleaba con el novio, el administrador del lugar. Habían dos parejas, una que se agarraba la piel que iba escapándose de la ropa y otra que no tenía nada de química. Ella enviaba mensajes por celular mientras él tomaba de una botella no-recuerdo-qué e iba al baño, volvía y ella tenía ganas de irse pero no decía nada. Las dos parejas que no pertenecían al lugar, una por desespero y la otra por pura arrechera, pero seguían ahí, como mi amigo y yo. Llega una tercera pareja. A nosotros nos da envidia, no por la belleza de las acompañantes, que no era el caso, sino por que por lo menos tenían la oportunidad de tener algo distinto a rajar de los demás y hablar mal de las mujeres. Tantas cosas que hablábamos y envidiábamos la compañía. Pero somos buenos amigos, así que no dijimos nada.
La última pareja era particular. Ella estaba vestida con chaqueta y pantalón de cuero, un chaleco de jean y una blusa de color negro; delgada, poco maquillada y con unas botas de tacón más bien bajo. Poco bonita, de piel blanca y ojos oscuros, mucho. Bastante más joven que el tipo, un muchacho, que era un cliché ambulante: flaco, estirado, con el cabello largo y desordenado, la mirada perdida, narizón y la manzana de adan que se notaba hasta en esa oscuridad. Ella se lo quería comer, obvio, pero antes estaba el trámite ese de conquistarla. Le daría esa oportunidad. Lo miraba casi como una madre a su hijo, lo que acentuaba mucho más la diferencia de edades. Él trataba de hilar dos frases seguidas pero no lo lograba, ella sonreía para no hacerlo sentir mal. Estaba trabado, era obvio, y a ella le daba risa ese estado. Pidieron dos cervezas, nosotros también, y nos quedamos callados. Simplemente observamos la farsa, como ella con movimientos y palabras trataba de generar en él algún sentimiento que no fuera esa petardez que lo invadía. Suena un celular, el de ella, habla en voz alta diciendo que está ocupada y que no la jodan más. Se van aclarando las cosas, todo, las intenciones un poco pero el muchacho sigue perdido, nublado. Se para al baño, a tientas llega allá y se demora. Ella prende un cigarrillo, afuera, mientras habla nuevamente por el teléfono. Manotea, zapatea, deja el cigarrillo a medio acabar en la calle junto con la conversación y vuelve a su lugar, luego se sienta esperando calmarse. Sale él, un poco mejor. Puede llegar por sus propios medios a la silla dónde estaba y le sonríe. Se contagian mutuamente. Trata de establecer contacto con él. Le toma una mano mientras suenan los primeros acordes de la canción. El tipo levanta la mirada al televisor. La reconoce. "yo sé cuál es" dice y ella siente algo de felicidad. "es una tonada toda triste" completa, y nosotros nos cagamos de la risa, perdemos la compostura y nos tapamos la cara con lo que vemos por ahí. Ella le retira la mano, pide la cuenta y se va, furiosa. Él no acaba de entender, trata de seguirla pero al final no pudo encontrarla.
Bonus track
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