viernes, junio 10

Día 19 – Una de mi álbum favorito

Hace ya casi como dos años (sentí un terrible escalofrío escribiendo eso, pasa el tiempo rapidísimo) tenía una costumbre sana con unos cuantos amigos. Un día cualquiera en cada mes nos reuníamos a almorzar por ahí, aprovechando que todo nos quedaba más cerca. Generalmente yo organizaba a la gente, la llamaba, la ponía de acuerdo. Pocas veces nos quedaban mal, y sabíamos que a otras personas no les quedaba fácil llegar, así que no las obligabamos pero por ahí llegaban. Casi siempre yo me encontraba con una ella (recuerde, de puras ellas hablo acá) antes que con todo el mundo, y me hacía el favor de subirme el ánimo solamente estando allí mientras yo huía de mis jefes a medio día y me reunía para comer y pasarla bien, que era lo realmente importante. 

Con esa ella hablabamos mucho, nos volvimos costumbre escucharnos por teléfono y compartirnos cosas, más que nada alegrías, que abundaban en la época y ya. Se podía sentir una armonía en todo eso. Dejamos de hablar, y entonces viendo y recordando todo lo que ha pasado se da cuenta uno que el tiempo sí que deja sus huellas por ahí, y es difícil igualarle el paso. Sí, que uno cierra los ojos y ya no sabe que pasa, algo así. Eran otros tiempos, eramos otras personas y, sobretodo, era otra la ciudad.

Una de esas veces me reuní con ella temprano, como habíamos acordado y la acompañé al banco. Quedaba a una cuadra de mi oficina. Nos saludamos con el hola mi chino y el sumercé linda que salía automáticamente con su abrazo incorporado. Nos veíamos pocas veces, así que el abrazo se daba corto pero fuerte, para refrendarlo hasta una próxima ocasión. Así era siempre. Bueno. Fuimos hasta allá, sin hacer fila ni nada y cagados de la risa por algo de la cajera que nos iba a atender, alguna barbaridad habría dicho. Al volver la calma ella sonrió mostrando los dientes blancos, quedaba siempre tan bien que parecía que mostrara una foto de ella misma contenta, me pasó un audífono y empecé a escuchar la música que traía. No voy a decir nombres, ni grupos, pero sonaron tres canciones que yo le pasé durante todo el tiempo que hablamos, de lo cual van a ser años ya, y ponía una cara como de orgullo mostrándome que apreciaba las recomendaciones que le hacía. Todas esas las escuchaba casi que por culpa mía.

Fue bonito.

No hubo luego promesas de ningún tipo, pero la ausencia se prolongó tanto que a ratos duele el no saber cómo está esa otra persona con la que almorzaba a veces, con la que hablaba por teléfono. A los pocos meses salí de ese lugar, del trabajo, me quedé sin empleo, y no recuerdo con claridad rostros de esos compañeros, tampoco creo que se me ocurran sus nombres si voy de visita porque esas cosas son hábitos pendejos  y treguas que uno hace con la vida para que sea más llevadera, la compinchería de turno con una persona de la cual no conoce mucho pero que alguna vez se atrevió a decirle amigo en aras de pasar bien todos esos días que se volvieron toda una vida.

En cambio yo podría recordar que canción sonaba ese día porque obvio me gustaba antes a mi.
Y me gusta.
Y la escucho.
Y no recuerdo bancos ni ojos claros ni sonrisas, recuerdo que me gustaba y la compartía.



Pd: El álbum es Demon Days. Puede bajarlo, porque no lo va a comprar, o puede escuchar la presentación en vivo que hicieron y se encuentra en youtube. Dura poco más de una hora. No es compromiso, pero ahí queda.

1 comentario:

  1. Hahahahaha en mala hora he leido tu nuevo post hahahahahhaha, ahora quede antojadisima de salir con alguien y verle la sonrisa y la carita de malo!!!
    Pero esa es la vida, de pequeños gratos momentos, me pasa lo mismo que tu, podre olvidar todo lo que esta a mi alrededor pero no olvido los ojos y la sonrisa... Buenoo!! Ya me dejo de hablar porque quedare aun mas antojada!! Exitos!!!

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